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Musiquita
viernes, 24 de agosto de 2007
Sexualidad del cerebro
Corría el año 1978 cuando el Dr. Roger A. Gorski y su grupo de trabajo de la Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, dieron a conocer singular descubrimiento realizado en ratas: cierta región del hipotálamo (estructura localizada en la base del cerebro) que se relaciona directamente con la actividad sexual, varía notablemente en machos y hembras. Más que un hecho curioso, dicho estudio dejó abierta la posibilidad de especular que la sexualidad de cada persona está determinada no sólo por su herencia genética y actividad hormonal, sino también por sus redes neuronales.
Este hecho ha sido abordado a fondo por el Dr. Dick Swaab, fundador del Banco de Cerebros de la Universidad de Amsterdan, en los Países Bajos, y director del Instituto Holandés de Investigaciones Cerebrales, quien determinó por primera vez, en 1985, que existen áreas de la masa encefálica relacionadas con la actividad sexual que varían de acuerdo al género de cada persona y, sorpréndase, a sus preferencias sexuales, según otros resultados presentados cinco años después.
“Independientemente del desarrollo a nivel genital, existen zonas dentro del hipotálamo y cercanas a éste cuyo tamaño, número de neuronas y tipo de sinapsis (unión entre células nerviosas) son distintas entre hombres y mujeres, pero también difieren en personas homosexuales (que mantienen relaciones íntimas con personas de su mismo sexo), bisexuales (se vinculan con personas de ambos sexos) o transexuales (quienes mediante tratamiento hormonal e intervención quirúrgica adquieren las características del sexo opuesto)”, afirma el célebre científico, de visita en nuestro país para ofrecer una conferencia en el Departamento de Farmacobiología del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) sede Sur, en la Ciudad de México.
Así, mientras que las teorías de especialistas estadounidenses suponían que la masa encefálica de un hombre homosexual semejaría la de una mujer y, a su vez, que la de la fémina homosexual debería ser como la del varón, los estudios del Dr. Swaab y otros investigadores del “viejo continente” han ido más lejos y sugieren que, a nivel neuronal, podríamos hablar de un “tercer sexo” poseedor de un encéfalo con características únicas.
Pero además de esto, el estudioso holandés hace hincapié en que la identificación de diferencias cerebrales ha permitido seguir la pista de algunas enfermedades que afectan predominantemente a hombres o mujeres, y que nos hacen albergar la esperanza de que estamos más cerca de encontrar una solución a padecimientos como depresión, dificultades del lenguaje (problemas para desarrollar la habilidad de leer y hablar) y enfermedades neurodegenerativas (que llevan a la pérdida paulatina del desempeño mental).
Cada cabeza es un mundo
Son muchas las investigaciones en las que se han encontrado variaciones en el cerebro ligadas al género; por ejemplo, se ha demostrado que, en términos generales, el de ellas cuenta con mejores conexiones neuronales, por lo que pueden expresarse con desenvoltura y hacer mejor uso del lenguaje, en tanto que el de ellos otorga mayor habilidad espacial (para crear y manipular imágenes mentales) o para entender las matemáticas.
Asimismo, el Dr. Dick Swaab aclara que el tamaño de la masa encefálica es distinta desde los 2 años de edad, pero aunque el cerebro de la mujer es menor, se compensa debido a que trabaja más rápido. “Pruebas de diagnóstico como la tomografía por emisión de positrones (método que utiliza material radiactivo y que se emplea para estudiar el funcionamiento del corazón y sistema nervioso) nos han ayudado a saber que el metabolismo o empleo de glucosa para alimentar a las neuronas es entre 5% y 10% más activo en ellas”.
En cuanto a las regiones del hipotálamo que se vinculan con el comportamiento sexual y cuyas características varían en féminas y varones, distintos estudios han localizado hasta el momento tres:Área preóptica (APO). Fue el primer tejido en el que se distinguió disparidad o dimorfismo sexual y, de acuerdo con distintos científicos, se estima que es entre 2 y 3 veces más grande en el hombre que en la mujer, y aproximadamente del doble de tamaño en el varón que en los homosexuales. Se ha observado que esta región se vincula con el inicio del acto sexual y la erección del pene en macacos (especie de monos originarios de Asia y África), en tanto que se ha fundamentado que, cuando se atrofia, inhibe la respuesta sexual de la rata macho en presencia de una hembra en celo.
Núcleo ventromedial (NVM). Controla aquellas conductas que expresan receptividad sexual y funciona en estrecha colaboración con los ciclos hormonales de la mujer. No difiere en apariencia física de acuerdo con el género, pero la cantidad de uniones sinápticas (lazos que establecen las neuronas para comunicarse) es mayor en los varones.
Núcleo supraquiasmático (NSQ). Falta mucho por estudiar sobre él, pero se ha determinado que bajo la acción de estrógenos (hormonas femeninas) induce conducta bisexual temporal en animales de laboratorio. Su forma es circular en el hombre y elíptica en la mujer, y tanto su volumen como el número de neuronas es el doble en homosexuales que en heterosexuales.
Además de estos tejidos se han ubicado otras dos regiones cerebrales que varían de acuerdo con el género y preferencia sexual, pero se localizan fuera del hipotálamo:Amígdala. Su zona media es 85% mayor en ellos que en ellas, y se considera el centro regulador de las emociones y reacciones de agresividad, miedo y ansiedad. También se relaciona con el olfato, y se ha detectado que contribuye a la excitación espontánea en machos de roedores. Cuando se lesiona puede desencadenar fuerte deseo sexual que incluye interés incluso por objetos inanimados.
Stria terminalis (ST). Trabaja directamente con la amígdala y una de sus secciones es 97% más grande en hombres que en mujeres. Observaciones en animales permiten saber que cuando esta región sufre algún daño, disminuye la excitación sexual y en los varones aumenta la cantidad de penetraciones antes de lograr la eyaculación. Un estudio efectuado en 1995 detectó la presencia de un stria terminalis en hombres transexuales similar al de las mujeres, y se comprobó que su preferencia sexual no cambió a pesar de ser tratados con hormonas.
¿Elección personal?
El Dr. Dick Swaab es claro al aseverar que la preferencia de cada individuo depende de relaciones muy complejas entre hormonas, factores genéticos y circuitos neuronales; empero, especifica que la sexualidad, al menos a nivel del encéfalo, se define desde los primeros seis meses de gestación del feto y que posteriormente hay dos momento de alta actividad hormonal (a los dos años y durante la adolescencia) en los que el hipotálamo consolida la manera en que cada persona percibe y ejerce su vida sexual.
Al respecto, comenta que existen varios estudios que, aunque no son definitivos, revelan la presencia de factores que pueden alterar el desarrollo de aquellos centros cerebrales que determinan las preferencias sexuales cuando un bebé se encuentra en el útero.
En concreto, explica que cuando una mujer embarazada consume analgésicos como ácido acetilsalicílico y paracetamol, o antiinflamatorios no esteroides como diclofenaco, ibuprofeno, naproxeno y piroxicam, frena la producción de prostaglandina, sustancia responsable de organizar las neuronas del hipotálamo en la distribución característica de los heterosexuales. “Esto debe ser tomado como una llamada de atención, ya que se ha estimado que en muchos países el 50% de las féminas encinta toman estos medicamentos para disminuir dolencias”.
Asimismo, el neurólogo apunta que “hay otros factores que también intervienen en la determinación de las preferencias; por ejemplo, sabemos que si la madre fuma o está bajo demasiado estrés durante la formación del feto, su hijo tiene mayor predisposición a ser homosexual. Claro que todos estos hechos deben ser tomados como factores de riesgo, pues no son determinantes ni definitivos”.
A pesar de tan controvertidos hallazgos, poco a poco se ha establecido la idea de que la inclinación sexual también está determinada por factores neuronales. Ahonda con sentido del humor: “Cuando afirmé en 1985 que hay centros del hipotálamo que son distintos en cada género, hubo protestas de grupos feministas que, al parecer, toleraban la idea de que los humanos tenemos diferencias sexuales en cualquier órgano, excepto en el cerebro. Igualmente, en 1990, cuando di a conocer que hay diferencias neuronales que se relacionan con la orientación sexual, hubo protestas de un grupo de homosexuales que defendían la idea de que su preferencia era una elección ‘política'. Por supuesto, se enojaron cuando dije que la determinación había sido tomada desde el útero”.
“Sin embargo, ahora los transexuales se encuentran muy contentos con estos descubrimientos ya que, al haber una base biológica que explica su condición, las leyes de Holanda les permiten hacer cambios en su acta de nacimiento y pasaporte para que, después de someterse a una cirugía de cambio de sexo, aparezca su nuevo nombre en sus documentos legales.”
Al respecto, comenta que existen varios estudios que, aunque no son definitivos, revelan la presencia de factores que pueden alterar el desarrollo de aquellos centros cerebrales que determinan las preferencias sexuales cuando un bebé se encuentra en el útero.
En concreto, explica que cuando una mujer embarazada consume analgésicos como ácido acetilsalicílico y paracetamol, o antiinflamatorios no esteroides como diclofenaco, ibuprofeno, naproxeno y piroxicam, frena la producción de prostaglandina, sustancia responsable de organizar las neuronas del hipotálamo en la distribución característica de los heterosexuales. “Esto debe ser tomado como una llamada de atención, ya que se ha estimado que en muchos países el 50% de las féminas encinta toman estos medicamentos para disminuir dolencias”.
Asimismo, el neurólogo apunta que “hay otros factores que también intervienen en la determinación de las preferencias; por ejemplo, sabemos que si la madre fuma o está bajo demasiado estrés durante la formación del feto, su hijo tiene mayor predisposición a ser homosexual. Claro que todos estos hechos deben ser tomados como factores de riesgo, pues no son determinantes ni definitivos”.
A pesar de tan controvertidos hallazgos, poco a poco se ha establecido la idea de que la inclinación sexual también está determinada por factores neuronales. Ahonda con sentido del humor: “Cuando afirmé en 1985 que hay centros del hipotálamo que son distintos en cada género, hubo protestas de grupos feministas que, al parecer, toleraban la idea de que los humanos tenemos diferencias sexuales en cualquier órgano, excepto en el cerebro. Igualmente, en 1990, cuando di a conocer que hay diferencias neuronales que se relacionan con la orientación sexual, hubo protestas de un grupo de homosexuales que defendían la idea de que su preferencia era una elección ‘política'. Por supuesto, se enojaron cuando dije que la determinación había sido tomada desde el útero”.
“Sin embargo, ahora los transexuales se encuentran muy contentos con estos descubrimientos ya que, al haber una base biológica que explica su condición, las leyes de Holanda les permiten hacer cambios en su acta de nacimiento y pasaporte para que, después de someterse a una cirugía de cambio de sexo, aparezca su nuevo nombre en sus documentos legales.”
Enfermedades “sexuales”Dejando a un lado la polémica, el experimentado neurólogo asegura que las investigaciones sobre las variaciones en el encéfalo tienen el objetivo de saber cuáles son “las interacciones genéticas, hormonales y químicas que además de definir la conducta sobre la sexualidad pudieran ser responsables de enfermedades”.
Por ello, el Dr. Swaab asegura que “la diferencia en la organización neuronal es la razón por la que las féminas tienen más riesgo de sufrir depresión o desórdenes alimenticios como anorexia (cuando la paciente dejar de comer y se somete a intensas rutinas de ejercicio para perder peso) y bulimia (episodios repetidos de excesivo consumo de alimentos seguidos de vómito o uso de laxantes), en tanto que los varones somos más propensos a dislexia (dificultad para comprender la escritura y deletrear palabras) e hipersomnia (excesiva somnolencia durante el día)”.
A modo de ejemplo, explica que algunas enfermedades que atacan predominantemente a un solo género podrían vincularse con la presencia o ausencia de hormonas sexuales, como la testosterona masculina o los estrógenos femeninos, ya que se ha documentado que la aparición de la enfermedad de Alzheimer (deterioro de memoria y conducta que impide la realización de actividades diarias) en ellas y de demencia vascular (disminución de funciones neuronales a causa de infartos cerebrales) en ellos, aumentan en las etapas de la vida en que decae la producción de dichas sustancias.
Cabe mencionar que estos trabajos también contribuyen a que la Medicina esté más cerca de lograr una solución para estos desórdenes. “Se sabe que en la enfermedad de Alzheimer hay una reducción en el tamaño de la masa encefálica —afirma el Dr. Dick Swaab—, y durante algún tiempo se pensó que esto se debía a la muerte de redes neuronales; sin embargo, cuando se comenzaron a realizar mediciones para conocer el número de células nerviosas en personas afectadas, se descubrió que seguía siendo prácticamente el mismo”.
Ahora, explica, “sabemos que lo que pasa es que las neuronas se vuelven más pequeñas y no funcionan adecuadamente, lo cual significa que si encontramos alguna manera de estimularlas podremos revertir o al menos mejorar la condición de los enfermos. En algunas áreas cerebrales hemos demostrado que sí es posible, y después de ‘revitalizar' a las células se percibe ligera disminución de los síntomas”. De esta manera, el científico holandés deja entrever que el desarrollo de medicamentos que “reactiven” a las regiones afectadas puede depender del avance en los estudios sobre el funcionamiento normal de centros neuronales diferenciados en mujeres y hombres.
¿Es esto verdad o ficción? Quizá pocos neurólogos han enfrentado tantas veces dicha interrogante como el Dr. Dick Swaab, y por ello concluye que el conocimiento se encuentra en constante evolución y que lo que ahora parece inalcanzable en algunos años puede volverse realidad. “Antes se decía que el autismo y la esquizofrenia se debían a una madre dominante y sobreprotectora, pero en la actualidad sabemos que ambos problemas tienen origen neuronal. Cuando he dado conferencias a los estudiantes hablo precisamente de esto y, para demostrar el error de las aseveraciones del pasado, les pregunto: ‘¿quién no ha tenido una madre dominante?' Hasta la fecha nadie me ha contestado ‘yo'”.
Por ello, el Dr. Swaab asegura que “la diferencia en la organización neuronal es la razón por la que las féminas tienen más riesgo de sufrir depresión o desórdenes alimenticios como anorexia (cuando la paciente dejar de comer y se somete a intensas rutinas de ejercicio para perder peso) y bulimia (episodios repetidos de excesivo consumo de alimentos seguidos de vómito o uso de laxantes), en tanto que los varones somos más propensos a dislexia (dificultad para comprender la escritura y deletrear palabras) e hipersomnia (excesiva somnolencia durante el día)”.
A modo de ejemplo, explica que algunas enfermedades que atacan predominantemente a un solo género podrían vincularse con la presencia o ausencia de hormonas sexuales, como la testosterona masculina o los estrógenos femeninos, ya que se ha documentado que la aparición de la enfermedad de Alzheimer (deterioro de memoria y conducta que impide la realización de actividades diarias) en ellas y de demencia vascular (disminución de funciones neuronales a causa de infartos cerebrales) en ellos, aumentan en las etapas de la vida en que decae la producción de dichas sustancias.
Cabe mencionar que estos trabajos también contribuyen a que la Medicina esté más cerca de lograr una solución para estos desórdenes. “Se sabe que en la enfermedad de Alzheimer hay una reducción en el tamaño de la masa encefálica —afirma el Dr. Dick Swaab—, y durante algún tiempo se pensó que esto se debía a la muerte de redes neuronales; sin embargo, cuando se comenzaron a realizar mediciones para conocer el número de células nerviosas en personas afectadas, se descubrió que seguía siendo prácticamente el mismo”.
Ahora, explica, “sabemos que lo que pasa es que las neuronas se vuelven más pequeñas y no funcionan adecuadamente, lo cual significa que si encontramos alguna manera de estimularlas podremos revertir o al menos mejorar la condición de los enfermos. En algunas áreas cerebrales hemos demostrado que sí es posible, y después de ‘revitalizar' a las células se percibe ligera disminución de los síntomas”. De esta manera, el científico holandés deja entrever que el desarrollo de medicamentos que “reactiven” a las regiones afectadas puede depender del avance en los estudios sobre el funcionamiento normal de centros neuronales diferenciados en mujeres y hombres.
¿Es esto verdad o ficción? Quizá pocos neurólogos han enfrentado tantas veces dicha interrogante como el Dr. Dick Swaab, y por ello concluye que el conocimiento se encuentra en constante evolución y que lo que ahora parece inalcanzable en algunos años puede volverse realidad. “Antes se decía que el autismo y la esquizofrenia se debían a una madre dominante y sobreprotectora, pero en la actualidad sabemos que ambos problemas tienen origen neuronal. Cuando he dado conferencias a los estudiantes hablo precisamente de esto y, para demostrar el error de las aseveraciones del pasado, les pregunto: ‘¿quién no ha tenido una madre dominante?' Hasta la fecha nadie me ha contestado ‘yo'”.
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