para todos los que se pregunten por que en provincia odian a los chilangos, esta es una buena respuesta de un tipo defeño el cual sufrio los trancazos de sus origenes y marco su vida para siempre o si no cuando menos no creo que vuelva a salir a provincia.

Siempre me persiguió mi origen. Me afectó, me arruinó la vida. Me pregunto, como me lo pregunté antes y como me lo preguntaré siempre: ¿que hice para merecer esto?Naci en Axotla, pintoresco y alegre pueblito. Axotla De Mis Amores que tiene su iglesia, su kiosko, su buena y surtida tienda de abarrotes, su panadería y su fiesta anual. Entrar a Axotla es entrar a un lugardonde el tiempo pasa definitivamente más lento.Ah por cierto, para los que no conocen Axotla, pues les diré que está situado en la delegación Coyoacán;se entra por ahí por Avenida Universidad, adelantito de lo que era la suprema corte y donde está desdehace mucho el hospital donde vi mi primer foco, y sentí mi primer nalgada: el Centro de Salud Adolfo López Mateos.Si pues, axotlense de origen, pero capitalino por naturaleza.Por ahí de los cinco años de edad, ya sabía para atrás y para adelante las letras y los números gracias a mi papá, a Abelardo, al Conde Contar y a la maestra Yolandita del jardín de niños Edmundo de Amicis. Desde aquí un saludo a Marisol Villa Padierna, con quien compartí mi primer recreo y un chocolate cocochoco (simón de los que tenían un cocodrilito).Fuí un chamaco curioso y feliz, perfectamente acostumbrado a mi dosis diaria de smog. Y lo fui como todos los niños y niñas con los que jugué ahí y más tarde en la primaria Erasmo Castellanos Quinto (no es albur), donde la vida se iba en echar el pambol en el parque, ver caricaturas como enejenado y muy de vez en cuando jalarle las trenzas a alguna de las enanas de mi salón.Pero pues bueno, las circunstancias de la vida siempre son las circunstancias de la vida y tarde o temprano te llega la edad en la que pluc pluc un par de timidos pelitos te incomodan por allá donde no te pega el sol, y luego algún pervertido carnal te muestra una foto dizque guau de una playboy robada del cajón secreto de su papá, etcetera etcetera, y pues te das cuenta de que ¡oh! la vida definititivamente NO acaba ahí donde la Pantera Rosa y los Picapiedra parecían haberlo dicho ya todo...Todo fué bien en la secundaria, salvo los apodos y esas cosas. Pero las chavitas me adoraban por ser ora si que el matadón pero desmadroso, que me les declaraba con cartitas de amor adolescente siempre adornadas con versos propios o fusilados (los primeros risibles, los segundos también) y por una que otra paleta tutsi pop en el sobre. Hasta ahi todo iba bien, digo tomando en cuenta que de las veinte "novias" tipo cartita que tuve, lo máximo que logré fué que a dos de ellas las acompañé en el camino a su casa después de la escuela.Dirán los lectores de la generación X, Y ó Z: ¿¿¿y eso fué todo??? Uuuy yo para esa edad ya había....Calmontes montes, mis alicantes pintos, eran otros tiempos, el sexo entre chamacos de doce y trece años, tipo tres vías con aretes en las axilas mientras te filmas en vivo por webcam no se acostumbraba aún, asi que ¡sorry!.La prepa pues más o menos. Digo, las cosas cambiaron, pero para mi desgracia me meti con cada loca que para que es mas que la verdad, hasta pena me da. Principalmente me afecta el recuerdo de Patricia Melgarejo Rovira, del 5o D, quefue mi perdición. La chavala fumaba como chimenea y mascaba chicles de esos quesque sabor cola, con el consiguiente aliento a ídem asi que me daba algo de cosa besarla, y eso que yo también le entraba con singular alegría a los tacos de cáncer. La Patrulla no tenía mucho botiquín, pero usaba pantalones tan untados que la hacian demasiado codiciada y burlada entre mis cuates, y pues ya para acabarla me acabo dejando por el primer sateluco con carcacha que se le atravesó. Como yo ni a patineta llegaba pues ya ni me defendí.También vive aún en mi la pesadilla de Alexandra Ruiz Olmedo, del 6o B, que tuvo a bien llevarse lo que quedaba de mi inocencia, y que en lo mero bueno, le fascinaba darme cachetadas u otras gracias por el estilo. Nel. Por eso dejé a las ponedoras y me la pasé mucho mejor con Dora Isabel Valencia Manríquez, la buena onda de mi salón que nunca me dió las naylons pero que siempre estaba ahí para darme su cariño y su afecto, para cantar trova en las jardineras o para comerse conmigo una queca de las de la esquina de Plateros, las que te las daban con zanahoritas en vinagre, y que además siempre me agradecía tan apetitoso almuerzo con tremendo faje que usualmente me dejaba con una sonrisoooota de pendejo, caminando como charrito y sin la menor resistencia para pasarle la tarea de Anatomia o de Cálculo. ¡Ah! ¿Donde estará esa novia fiel que siempre brillará?Bueno, aunque la muy cabrona... después me enteré que según esto se la habían superponchado el Ojo, el Andaluz y que hasta la puerca cebada del Fruti Lupis, asi que ojalá que a los cuatro les haya dado gonorrea y chancro blando por promiscuos y ojetes.Cuando entre a la fac, me gustaban muchas viejas (harto material de donde escoger alli si), pero de las cuales casi ninguna me hizo el menor caso.Bueno, tanto así no. Pero las dos que más o menos me pelaron, fueron las que iniciaron mi verdadera mala racha. La primera se llamaba Xochitl y era una chamaca morena morena, originaria de Puerto Riquelme, en Oaxaca. Estudiaba para bióloga marina y pues era requeteabusada. Tenia un par de nalguitas que a pesar de tenerlas escondidassiempre bajo jeans demasiado holgados o faldas demasiado rectas, se daban invariablemente a notar, sobre todobajo mi mirada superpoderosa, que poco le falta para atravesar el plomo cuando se trata de esos bisnes. La chava hubo un tiempo en que me adoraba, ibamos para todo lado juntos y pues una tarde después de un concierto de Santa Sabina (que me cagan pero por las viejas hace uno cosas peores) me tiro un par de besitos que pensé que eran la llave de cristal que abría la cueva de las orquideas susurrantes. ¡Oh, tonto de mi! di rienda suelta a mi pobre muégano y en veinte segundos estaba yo clavadísimo, y me le volví un pegoste. Y pues obvio, una chava como la Chochitl pues ya tenía largo kilometraje, recorrido a lo largo de las paradisiafrodisiacas y azules playas de las tierras beneméritas, así que en menos de una semana de desplantes me dejó bien claro que niguas, echándose para culminar, delante de mi y de todos mis conocidos un delicioso faje con uno de los gueyes que peor me caía en la vida: Pascual Vega Strübergenschen, alias el Estruber. Cuando tomé valor y se lo reclamé, la chamaca me respondió con una cubeta de agua helada, que sin saberlo yo, marcaría el resto de mi existencia:- Mira, tú eres mi mejor amigocho, pero es que yo no puedo andar con chilangos. Con el Estruber me entiendo bien porque el también viene de provincia, ves que somos los dos de Oaxaca, y pues tenemos mas cosas en común, ¿ves?De Oaxaca... ese de oaxaco no tenía más que el acta de nacimiento. Su mamá era una de esas tantas holandesas pachecas que sobrevivían en Zipol vendiendo collarcitos para sacar para la mois, los pscilocibes y las mojarras, hasta que algún tropicaco afinó la puntería, un condon roto y ... bueno, para no hacer la historia larga al final de cuentas acabó viviendo en el DF desde los cinco años cuando su jefa emigró con un turista que resultó ser comerciante en la zona de Lindavista.Durante dos dias vomité bilis. Doce caguamas poco hicieron para borrar el recuerdo. Estaba sufriendo mi primer desencanto serio, mi primer corazón roto. Meses pasaron en los que me dediqué como buen bohemio al estudio, a los poemas de Byron y a rolar con mis cuates los intelectuales. Carpe Diem, maestro...Un semestre pasó, en el que me llené de animo nuevamente, en el que crecí física e intelectualmente, y después de unas merecidas vacaciones en la costa grande de Guerrero, regresé a la vieja fac, a seguir el coto y los estudios.Aunque neta, mejor no lo hubiera hecho...