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Musiquita

jueves, 1 de marzo de 2007

Me alegra que existas

El amor casi nunca tiene razones, o si las tiene, suelen ir a la zaga del sentimiento como la cola de un cometa. Primero, inexplicablemente, se nos descalabra el corazón y luego, tozudamente, el cerebro intenta darle un orden lógico al exabrupto, sin mucho éxito.

Y es que cuando el amor hace mella, hay poco que hacer. Las estrategias de resolución de problemas, las buenas intenciones y los brebajes no encuentran el camino de la restauración, nada se opone al placer amoroso, nadie puede doblegarlo. No existen razones manifiestas. No hay demasiadas justificaciones y explicaciones, sino más bien un rotundo "porque sí", tan irracional como hermoso: ¿y por qué no?

El "te quiero" siempre implica ambición. Continuamente incluye un "para mí", un "me perteneces" acaparador, cierta necesidad de posesión. Un amor no posesivo, toma el anhelo y deja el dominio: "No te quiero "para mí", ni siquiera te quiero para nada, sólo me gusta observar tu ser: ¡qué dicha que existas, independiente de mí y más allá de mí!

Según el filósofo Sponville, esa es la esencia del amor: la alegría de que el otro exista. Así de escueto, así de maravilloso. Es una felicidad esencial, radical. ¿Y dónde queda la reciprocidad, la lucha por los derechos, el balance dador-receptor? Queda justo antes: si violas mis derechos no es una alegría que existas porque me haces da ño.

En condiciones de respetabilidad y reciprocidad, tu existencia se justifica a sí misma en el amor; o mejor, el amor se justifica a sí mismo en ti. Los enamorados se miran hasta gastarse, se descubren, se maravillan, se hipnotizan, porque el otro es fuente de éxtasis. ¡Qué alegría que existas!

Quizás esta posición pueda parecer demasiado idealizada, ingenua o romántica, pero en realidad, cuando una pareja no manifiesta -así sea de vez en cuando-, el gesto bobalicón típico de los que están "felices de que el otro exista", es que el amor anda cuesta abajo o se perdió en alguna curva.

Nadie es de nadie. La ambición del otro, el deseo de ser siamés, no corresponde a un amor maduro y despojado de egoísmo. El autorrespeto no es egoísmo; el absolutismo afectivo, sí.

¿Cómo se expresaría un enamorado que se alegra de que ella exista?:

"Te quiero porque te quiero, porque se me da la gana y aunque no quieras. Te quiero cuando te siento coexistir y respirar al ritmo de mi respiración que no cesa de quererte. No eres mía ni de nadie, te perteneces a ti misma, y yo sólo soy un voyerista que se deleita con tu paso por esta vida, que no es tuya ni mía, y aún así, intentamos compartir".

Lo mismo diría una enamorada de su hombre, cambiando el género de algunos artículos y sustantivos. El amor es la alegría de que alguien, ella o él, exista, para alegría de él o ella. Lo demás sobra, y los d emás también . Es la felicidad sentida de que tu naturaleza me hace cosquillas, justo ahí donde debiera.

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*Mas pa´saber de mi: soy adicto al cafe y a las paletas tutsi pop, me encanta el frio pero en extremo no lo soporto, todavia soy ingeniero en proceso pero con nueva alma mater, ahora le voy a los yaquis y he dejado el soccer por el beis,soy coleccionista de lentes y de mp3´s aunque no los use ni los oiga
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